El relato debería comenzar con una frase que nos ubique en el tiempo y en el espacio. El tiempo, pongamos que es mientras cae un chaparrón. El lugar, un patio mucho verde, verbi gracia, un jardín. Démosle al lector la oportunidad de poder imaginarse este jardín con toda libertad, sin dar más precisiones. Así, el comienzo del relato: la lluvia cae sobre el jardín. Aunque es valido también decir “la lluvia se desata sobre el jardín”, entiéndase esto como una forma del lenguaje por que decir la lluvia se desata sobre el jardín, no implica que la lluvia haya estado atada alguna vez. Pero las lluvias, gracias a la magia del lenguaje, el español en este caso, caen y se desatan. Detengámonos solo por un momento a analizar esto que le pusimos nombre de magia. Y que es, la verdad un encanto, a efectos de adornar nuestro discurso, poder decir que la lluvia se desata, el tiempo corre, y la imaginación vuela. Ahora volvamos a la lluvia: ¿esta se cae o se desata? Por que no da la misma impresión una y otra palabra. A veces algo se cae, pero no se desata, por que no nunca estuvo atado, o por que cae precisamente atado. Basta recordar como caen los toros enlazados en las películas del oeste. O como caen los meteoritos en la tierra, y todavía no se ha conocido hombre tan corajudo que ande por ahí atando meteoritos. Pero quedémonos con que la lluvia se desato. Así el lector se imagina una lluvia que se libera de una sujeción que lo sujeta, en este caso de la o las nubes. Así tenemos una lluvia que se desata y se hace libre a este jardín. Cayendo también, por que desde el comienzo de los tiempos la lluvia acostumbre ir de arriba en los cielos hasta abajo en la tierra. Y ahí estamos, en el jardín, donde la lluvia se desata. Ahora nos falta un personaje, que bien podría ser esta lluvia, en su carácter de liberada. Pero, si aceptamos que la lluvia se desata solo por la magia del lenguaje para darnos frases mas bonitas, si aceptamos un pequeño sacrificio del realismo en pos de un ejercicio artístico, pero siempre hasta cierto punto, por que detrás de todas las palabras siempre hay algo real, por supuesto, pongamos la intención, que no la vemos pero ahí esta, entonces aceptando los limites de nuestra fantasía que no acepta que las lluvias se liberen y mucho menos hablen de libertad, tendremos que buscar un personaje. Y aquí lo encontramos, es un muchacho que esta solo en el jardín, pero que no estuvo siempre solo, sino que lo dejaron solo, o no tan solo como piensa por que esta bien acompañado por sus dudas y despistes, mirando como cae la lluvia. O más bien admirando la lluvia, que ya indica un cambio de actitud. Este muchacho, admira la lluvia y se hace las mismas preguntas que nosotros nos hacíamos unos párrafos mas arriba, sobre cosas que se caen y se desatan. Por que este muchacho, que supongamos que se llama Martin, o Augusto, o una combinación de ambos que seria Augusto Martin, esta admirando la lluvia y preguntándose sobre como se caen y se desatan las lluvias y tantas otras cosas que se atan y desatan, y se pregunta así como de pasada si su corazón se desato o se cayo, o si al contrario cuando lo dejaron solo en ese jardín lleno de verdes, solo y bajo la lluvia, su corazón, y en esta parte del relato le damos una licencia al realismo que tanto le atrajo al lector, ya que estamos hablando de cosas que no se ven, que mas bien se sienten, y es precisamente lo que este muchacho, Augusto Martin, vaya nombre largo que le elegimos, esta pensando o intentando pensar y entender, es decir, si su corazón o espíritu, se cayo, o se desato, cuando lo dejaron solo, si se libero, o al contrario se cayo y se ato al mismo tiempo, como los toros que enlazan los vaqueros en las películas del oeste. Por que cuando uno se queda solo y le dicen, ahí tenés, desátate de ese amor de ese corazón, como le paso a este chico, se pregunta uno, como se hace, si el amor, no ata, sino que libera, y no cae, ni vuela, ni sujeta como una cuerda, si no que se queda ahí testarudo, y a ver ustedes, queridos lectores, si conocen hombre tan corajudo que ande atando meteoritos y desatando un amores tan testarudos como el que le toco a este muchacho.